“Cada vez se abre más el abismo entre lo que se enseña en la Educación Superior y lo que realmente necesitan los empresarios”... De esta afirmación parte el artículo publicado en Expansión y empleo por Montse Mateos y Tino Fernández. En él también se menciona que el fracaso y el abandono escolar en nuestro país es un tema que preocupa a los empresarios y, que a su vez, va unido a este “divorcio” entre Universidad y mundo laboral. Los jóvenes se preparan en un modelo educativo que “no tiene demasiado en cuenta la cultura del esfuerzo” y en el que abunda la sobreprotección de los alumnos.
Según este artículo, uno de los problemas fundamentales es el déficit de carreras técnicas y el superávit de las de letras. Esta “sobreeducación” hace que haya licenciados en carreras que el mercado no demanda, o falta de titulados “necesarios” que habrá que importar de otros países.
Asimismo, indica que en nuestro sistema educativo la Universidad se ve como la única posibilidad cuando se acaba el tramo obligatorio, lo que desemboca en el abandono temprano para unos y el fracaso en la Universidad para otros.
Desde hace décadas, siempre ha estado vigente la preocupación por la eficacia de la Universidad a la hora de preparar a los jóvenes para las profesiones del porvenir; de hecho, uno de los objetivos básicos de la Universidad debe ser el de adecuar su oferta formativa al mundo laboral que existe en el país.
Actualmente en España nunca ha sucedido esto. Salvo algunas excepciones, existe una falta de coordinación entre el mercado laboral y la Universidad; las empresas no apuestan por universitarios, y a su vez la Universidad no prepara en la práctica a los alumnos.
Por otro lado, quizás no sea un problema solo de titulaciones, ya que los modos de enseñanza en España se han basado hasta ahora en la asistencia a clases magistrales que te inundan de teoría para memorizar, y en el profesorado como fuente principal de información. Se le da muy poca importancia a los proyectos prácticos, la participación en investigaciones, las tesinas y es de absoluta relevancia la escasez de ofertas de trabajo en prácticas.
Existe también un problema entre las competencias requeridas y las competencias adquiridas en la educación. Los modos de enseñanza actuales dificultan la adquisición de competencias básicas no solo para el mercado laboral, sino también para aprovechar el potencial intelectual de los futuros profesionales. Cuando los jóvenes salen de la universidad no están preparados para trabajar bajo presión, negociar, planificar, organizar, coordinar, resolver problemas concretos y otras tantas características que tendríamos que haber adquirido en nuestra formación académica.
No todo se debe a la educación que reciben los jóvenes. Ante la situación actual de crisis que vivimos, existe una demanda insuficiente de trabajadores por parte de las empresas y los puestos de trabajo que se crean dejan mucho que desear en cuanto a calidad se refiere. El mercado laboral es cada vez más competitivo y global, algo que debería ser positivo con el fin de ofrecer nuevas oportunidades empresariales que mejorasen el nivel socioeconómico de los ciudadanos.
Para finalizar, a esta situación entre Universidad y empresa, se suma nuestra incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior (EES). Este cambio en el sistema educativo universitario, positivo para unos y negativo para otros, puede ser una buena oportunidad para adaptarse a las necesidades de la sociedad y del mundo empresarial.
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